viernes, 3 de mayo de 2013

Los hechos consumados, Jaime Bayly


Estos son los hechos:
Mi chico está en Nueva York. Es finales de julio. Se ha encontrado con su madre. Están de compras. (Cuando digo que es “mi chico”, entiéndase que es un amigo con el que ocasionalmente tenemos encuentros íntimos. Entiéndase que no por ser “mi chico” es mi pareja o mi novio o que vive conmigo. Entiéndase que el uso de la expresión “mi chico” no entraña la certeza o el afán de posesión sobre su vida, sino, al contrario, un cariño fraternal exento de toda rigidez o formalidad, un amor libre, liberal y libertino).
Mi chica está en Lima. Me escribe diciéndome que viajará a Miami para ver el concierto de Arjona. (Cuando digo que es “mi chica”, entiéndase que es una amiga con la que esporádicamente nos permitimos ciertos juegos sexuales. Entiéndase que no es mi pareja o mi novia o que vivimos juntos. Entiéndase que ella no desea ser mi pareja o mi novia o vivir conmigo en modo alguno. Entiéndase que “mi chica” es una expresión laxa, amplia, que equivale a decir mi amiga traviesa, libre, liberal y libertina. Entiéndase, por tanto, que así como es “mi chica”, es también la chica de otros hombres).

Mis hijas y su madre están conmigo en Miami, de vacaciones. Mis hijas me quieren y sobre ello no convendría dudar, pero es igualmente indudable que disfrutan más de sus vacaciones en compañía de su madre, y por eso han viajado con ella (y no conmigo) a varias ciudades de Estados Unidos. Lo que demuestra que “mis hijas”, siendo “mis hijas”, no son “mías”. Son ellas, son personas libres, liberadas crecientemente de mí, que definen su identidad y su carácter en esos saludables gestos de rebeldía, en unas decisiones individuales en las que tácitamente me hacen saber que, si bien son “mis hijas”, no son ni desean ser “mías” (y si alguien en todo caso pertenece al otro, soy yo “de ellas” y no ellas “de mí”).

Mi chica llega a Miami decidida a ver el concierto de Arjona.
Arjona viene a mi programa de televisión y es amable conmigo.
El publicista de Arjona me invita al concierto.
Mis hijas me dicen que no quieren ir al concierto de Arjona.
Mi chica me pregunta si puedo conseguirle una entrada para ir al concierto de Arjona.
Le pregunto al publicista cuántas entradas me puede regalar. Me dice que dos. Le digo a mi chica que podemos ir juntos. No les digo a mis hijas ni a su madre ni a mi chico que iré al concierto de Arjona con mi chica. Les digo que iré solo.
Voy al concierto de Arjona con mi chica. Después me despido de ella. No sabemos cuándo nos volveremos a ver.
Viajo a Nueva York. Me encuentro con mi chico. No le digo que fui al concierto de Arjona con mi chica. Le digo que fui solo. Se sorprende. Le digo que lo hice para corresponder el gesto generoso que tuvo Arjona al venir a mi programa.
Viajo con mi chico a Copenhague. En el hotel, mi chico lee un correo de mi chica y se molesta con ella y conmigo. Le escribo a mi chica pidiéndole que no me escriba por dos semanas, mientras esté con mi chico en Europa. No me escribe.
Mi chico no quiere a mi chica porque ella pudo haber quedado embarazada de mí en dos ocasiones y eso le parece irresponsable o calculador, en cualquier caso le parece mal, le parece que una mujer en sus cabales no se pondría en esa situación de riesgo conmigo.
Mi chica sí quiere a mi chico o eso es lo que ella me dice y yo le creo.
Mi chico regresa a Buenos Aires.
Yo le digo que no le veré en tres meses, que necesito dejar de verlo un tiempo para volver a extrañarlo.
Voy una semana a Lima y no llamo a mi chica ni contesto sus correos porque no tengo ganas de verla.

Esa misma semana mi chico recibe un mensaje en su página de Facebook. El mensaje está firmado por “Escritora Maldita”. El mensaje cuenta con detalles la noche en que mi chica fue al concierto de Arjona conmigo. Mi chico asume que es mi chica quien ha escrito ese mensaje para darle celos, que es ella quien ha firmado como “Escritora Maldita”.

Durante la semana que estoy en Lima, mi chico no me cuenta que ha recibido ese mensaje, no me pregunta si fui al concierto de Arjona con mi chica, me llama todas las noches preguntándome dónde estoy, con quién estoy, sospechando que le estoy mintiendo y que estoy con mi chica, cuando no estoy con ella.

Tenía previsto viajar a Miami, pero cambio de planes porque están rompiendo la calle frente a mi casa para instalar unos tubos de desagüe. Hacen un ruido insoportable. No puedo estar en esa casa mientras la máquina amarilla perfore la calle. No tolero tanto ruido.

Viajo a Buenos Aires. Lo hago para huir de las máquinas excavadoras de Miami.
Estando en Buenos Aires, mi chico se molesta porque no tengo apetencias sexuales de ninguna índole y me cuenta que ha recibido el mensaje de “Escritora Maldita” en su página de Facebook.

Le cuento que es verdad, que fui al concierto de Arjona con mi chica.
Se molesta porque no se lo conté.
Me molesto porque él no me contó el mensaje de “Escritora Maldita” cuando lo recibió y solo me lo contó cuando estaba irritado porque no teníamos sexo.
Le escribo a mi chica y le digo que no quiero verla más, que el mensaje que le escribió a mi chico en Facebook terminó con nuestra amistad.
Mi chica me escribe indignada, diciéndome que ella no escribió ese mensaje, que es incapaz de una bajeza semejante, que no tiene Facebook, que nunca tuvo animosidad contra mi chico, que es inocente de la acusación que le he enrostrado.
Le escribo diciéndole que solo ella podía saber los detalles que se cuentan en el mensaje.
Me escribe jurándome que no fue ella.
Le escribo diciéndole que le creo. Le digo que seguramente fue una amiga suya o un amigo suyo que no me quiere y que ve con hostilidad la relación que ella y yo tenemos (y que probablemente desea a mi chica y por eso me detesta a mí).
Mi chica me agradece por creerle y me dice que está segura de que no fue su mejor amiga, de quien yo le he dicho que sospecho (porque no me quiere y tal vez ama en secreto a mi chica).
Mi chico me dice que no quiere hablar más del tema.
Yo le digo que necesito salir a caminar. Son las tres de la mañana. Dejo mi billetera y mi pasaporte en mi escritorio y salgo a caminar. La noche está fría. Doy tres vueltas lentas a la plaza general Pueyrredón de Barrio Parque Aguirre, esquivando los mojones caninos.
Mi chica está obsesionada por saber quién escribió ese mensaje haciéndose pasar por ella, usurpando su nombre.
Yo le digo que se olvide del asunto, que nunca sabremos quién fue y que investigarlo sería dignificar a la persona que quiso hacernos daño (y en efecto nos lo hizo).

Estos son los hechos consumados.
Caben, si acaso, ciertas preguntas:
¿Hice bien en no contarle a mi chico que fui al concierto de Arjona con mi chica? ¿Hice bien en dejar a mis hijas con su madre para ir al concierto con mi chica? ¿Hizo bien mi chico en leer mis correos en Copenhague? ¿Hizo bien mi chica en decidir que iría al concierto de Arjona a cualquier precio? ¿Hizo bien mi chica en firmar el taxi al volver a Lima y cargarlo a mi cuenta? ¿Hizo bien mi ex esposa en preguntarme quién era esa chica que había cargado un viaje en taxi a nuestra cuenta? ¿Hice bien en decirle a mi ex esposa que esa chica era solo una amiga? ¿Hizo bien mi ex esposa en decirme que no había problemas y que ella pagaría el viaje en taxi de mi chica? ¿Hizo bien mi chico en suponer sin duda alguna que el mensaje que recibió de “Escritora Maldita” tenía que haber sido escrito por mi chica? ¿Hice bien en creerle y en decirle a mi chica que no quería verla más? ¿Hice bien en creerle luego a ella y decirle que la creía incapaz de haberme traicionado y escrito ese mensaje a mi chico?
No tengo respuesta a esas preguntas porque por fortuna no soy Dios ni ejerzo de juez. Quizá los lectores más severos puedan responderlas. Yo me limito a contar los hechos. Que otros sean quienes los juzguen (o nos juzguen).

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